MIREYA LUIS: TALENTO, CORAJE Y DIGNIDAD

Cuentanos la Historia del Voleibol Nacional e Internacional.
Michell
Hincha
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MIREYA LUIS:
Talento, Coraje y Dignindad


Capitana de la selección nacional de voleibol, en la que se mantuvo durante 18 años con un significativo historial de medallas y premios entre los que se pueden citar los tres títulos de oro consecutivos en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sydney 2000, además de la condición de Jugadora más valiosa, Mejor atacadora y Premio al espíritu de lucha en varios eventos deportivos, la ex voleibolista Mireya Luis disfruta sus cuatro décadas sin quitarle años a su vida, sino poniéndole vida a sus años, como diría una famosa canción del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona.

En estos momentos se desempeña como vicepresidenta de la Comisión Nacional de Atención a Atletas y es miembro de la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Internacional (COI).


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La ex-jugadora ahora es vicepresidenta de la Comisión
Nacional de Atención a Atletas y es miembro de la Comisión
de Atletas del Comité Olímpico Internacional (COI).


¿Qué la motivó a escoger el voleibol entre tantos deportes?
Me interesé en el deporte porque tenía una hermana mayor que ya practicaba el voleibol. Un día llevó una pelota a la casa y nos pusimos a jugar en una tendedera como net, y a partir de ese momento me empezó a gustar.

¿Cómo logró imponerse a pesar de que para algunos expertos no tenía la talla ideal?
Creo que el factor fundamental fue la voluntad y las ganas que tenía de ser una atleta del equipo nacional, o sea, yo no pensaba ser grande, ni ser una estrella, eso no lo tenía en la mente, simplemente quería ser una jugadora; quería llegar y demostrar que sí podía aunque tuviera poca estatura.

Cuénteme de su experiencia al debutar con solo quince años en los Juegos Panamericanos de Caracas en 1983.
En ese momento llevaba unos meses entrenando con el equipo nacional, de hecho ya formaba parte del colectivo. Empecé a integrarme y tuve una buenísima aceptación por parte de todas las jugadoras, me ayudaron muchísimo; recuerdo a Imilsis Téllez, Ana Ibis Díaz, que se retiraba en esos tiempos y me entregó su número tres, Mercedes Pomares, Norka Latamblet; me apoyaron porque tal vez vieron en mí las ganas de ser una atleta.
Fue un impacto jugar con equipos nuevos en el sentido del nivel, como Estados Unidos, entre otros. A pesar de ser una debutante no me ponía nerviosa; más bien jugaba alegre, disfrutaba lo que hacía. Fue una hermosa experiencia haber vivido ese momento, algo grande, nuevo, un sueño que se cumplió.

En el año 1986 tuvo a su hija y a las tres semanas se incorporó al equipo para participar en el Campeonato Mundial de Praga. ¿Qué argumentos valoró el colectivo técnico para tomar esa decisión?
Una de las cosas que se valoró fue la importancia que tenía mi presencia en el equipo; el hecho de solo poder ir y estar ahí con mis compañeras; no se valoró la posibilidad de que yo pudiera jugar o no, creo que eso no lo tuvieron presente nunca. El aspecto fundamental era integrar el colectivo, seguir siendo una más que pudiera jugar en un momento determinado, una palabra, un “vamos, sí podemos!”

¿Cómo asumió ese reto?
Con mucha decisión, creo que el apoyo incondicional de mi familia fue un factor importante en ese momento, fundamentalmente mi mamá, que es una persona tan fuerte y me decía: “No te preocupes, que tú no estás enferma, simplemente tuviste una hija, y parir no es una enfermedad, es una bendición. Ve a jugar, que yo me quedaré aquí con ella.” Escuchar esas palabras de mi mamá para mí fue… ¡qué cosa más fuerte que eso!

¿No le preocuparon los riesgos que esto pudo representar para su salud?
No, porque anteriormente tuve un control sistemático de ella. Recuerdo al doctor Cabeza en aquel momento. Conté con todo el apoyo; el médico de nuestro equipo también era muy bueno, tenía mucha experiencia, trabajó como ginecólogo incluso, y conocía bien mis condiciones físicas.

¿De qué forma pudo desempeñar el doble rol de madre y de deportista de alto rendimiento?
Eso fue algo muy difícil. Yo pensaba en mi niña y en el voleibol. A medida que fue pasando el tiempo se tornó más complicado por el deseo de sentir la presencia de ella más cerca y la necesidad que también tenía de mí, pero mamá me ayudó mucho, realmente ella es una persona con unas dotes sobrenaturales diría yo, y logró que me concentrara en el voleibol, con la atención que nos brindó a ambas. Eso permitió que en los viajes tuviera buena concentración, no a un ciento por ciento nunca, pero sí en el partido me entregaba totalmente.

¿Cuál fue el momento más difícil en su carrera?
Creo que el momento más difícil fue cuando nació mi niña, pues tuve que irme y dejarla. Tenía dos cosas muy importantes en mi vida: a ella y al deporte. Me vi obligada a decidir por una de las dos en ese momento y escogí ir al mundial. Quizás fui juzgada por muchas personas que decían que estaba muy joven, que cómo iba a dejar a mi hija tan pequeñita, pero pienso que los sentimientos cuando son certeros no tienen nada que ver con la juventud o la experiencia.

¿Y el de mayor satisfacción?
El de mayor satisfacción fue cuando ganamos los primeros Juegos Olímpicos en Barcelona 1992, porque fue mi primera medalla olímpica, y los terceros en Sydney 2000, ya que logramos el éxito cuando prácticamente parecía imposible.

¿Qué representó ser capitana de la selección nacional durante tantos años?
Representó algo muy lindo, una experiencia maravillosa; me crecí como persona, como mujer, como revolucionaria, porque pude darme cuenta de que tuve éxito como jugadora y como capitana. Fue un logro el poder liderar al equipo y ganar tantas medallas, un doble triunfo personal.

A la mayoría de los deportistas les resulta difícil decir adiós al deporte activo. ¿Cómo enfrentó ese momento?
Para mí fue difícil desde varios puntos de vista. Yo sabía que en algún momento tenía que llegar el retiro por cualquier circunstancia y me estaba preparando para eso psicológicamente. Estaba muy preocupada porque no hubiera una atacadora que pudiera sustituirme, sin embargo, al llegar Yumilka Ruiz, pensé: “Ya existe una jugadora que puede suplir mi posición”. Ella se desempeñaba bien, fue una buena sustituta y entonces resultó menos traumático dejar el deporte.
Después del retiro, me levantaba por las mañanas y no sabía qué cosa iba a hacer, para dónde iba a ir. Era como estar en otro mundo. No sabía cómo vestirme, estaba acostumbrada a levantarme por las mañanas y ponerme las zapatillas, las rodilleras, una camiseta, un short y para el terreno.
Luego recibí el ofrecimiento de venir a trabajar en la Federación de Voleibol y estaba en blanco prácticamente, pero hubo personas que me ayudaron, entre ellos Conrado Martínez, expresidente del INDER, quien un día me dijo: “Coge una agenda y escribe en ella todo lo que tengas que hacer en el día”.

Fue elegida para ser miembro de la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Internacional. ¿Qué ha significado ser la única mujer cubana que ha ocupado ese cargo?
Bueno, imagínate, Cuba nunca había tenido una fémina deportista que perteneciera a esa comisión. Para mí ha sido una gratitud inmensa poder estar ahí con otros atletas de alto nivel mundial, representar a Cuba, al voleibol, a la mujer latinoamericana; me siento muy satisfecha de poder contribuir de esta forma al desarrollo del deporte internacional.

¿Cuáles son las diferencias entre su generación y la nueva generación de jugadoras?
Las condiciones físicas son las mismas, o incluso hasta mejores. En cuanto a la técnica también es muy parecida, tienen un buen nivel, pero en el plano psicológico pienso que son algo diferentes; nosotras éramos más concentradas, quizás un poco más entregadas en el sentido de que lo dábamos todo por la patria.
No quiero decir nada que se sienta ridículo, pero pienso que en cuanto al patriotismo se debe luchar y seguir trabajando para que los atletas interioricen y sepan el significado de este concepto. Creo que cuando un deportista va al terreno no defiende una idea, sino una patria.

Entonces…, ¿sustentan los mismos valores?
Creo que tienen menos. Nosotras sentíamos el apoyo de Fidel, de la familia, del vecino. Recuerdo que si perdíamos un partido me daba vergüenza llegar a la casa. Quería regresar de noche o por la madrugada cuando todo el mundo estuviera durmiendo.
Los valores hay que cultivarlos, y ahí es donde está la diferencia, no en las condiciones físicas ni materiales, sino en la vergüenza deportiva, en el patriotismo.

En los últimos años se ha acrecentado la compra-venta de atletas talentosos del tercer mundo hacía países desarrollados. ¿Qué opinión le merece esta situación?
Creo que los países desarrollados tienen una buena condición económica, lo que estimula la deserción de los atletas, y esto no sucede solo en Cuba, sino en África, Asia… Hay negros jugando en Alemania, Rusia, Francia; chinos en Brasil o en cualquier otro país; ahora no existen banderas, hay gente que se ha quedado hasta sin himno.
Pienso que en el caso de nosotros, no debemos dejarnos arrastrar por tentaciones económicas. No podemos perder esa condición que un día tuvimos, eso es lo que nos identifica a nivel internacional, porque estoy conciente de que los atletas cubanos sí tienen la capacidad de estar aquí y representar a Cuba. Es nuestro deber seguir creando deportistas que marquen esa diferencia con el resto del mundo; sí tenemos la posibilidad.

El recrudecimiento del bloqueo ha afectado también al deporte y usted ha sido víctima de ello al negársele la visa para participar en una ceremonia celebrada en el salón de la fama de la disciplina en Estados Unidos. ¿Qué piensa de la extensión del bloqueo hacia la rama deportiva?
Pienso que es una necedad. El gobierno estadounidense no entiende el significado del deporte, que es una actividad sin fronteras, no tiene razas, solamente tiene la patria que uno representa. Llegará el momento en que ellos mismos no se podrán explicar lo que hacen.

Si pudiera correr el tiempo atrás y ponerse nuevamente la camiseta número tres, ¿qué haría?, ¿cambiaría algo?
No cambiaría nada, ni las reglas del voleibol. Volvería a jugar de la misma forma y con las mismas muchachas.
Esta es Mireya, la líder indiscutible de las Morenas del Caribe durante casi dos décadas. Cuando se escriba la historia del deporte cubano, su nombre ascenderá sin dudas a lo más alto del podio de premiaciones.


Fuente:
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